viernes, 27 de julio de 2007

La monarquía

Dice "mi santa", aguantarme requiere el carácter de santo, de manera sabia y simple que en la transición se intercambió libertad por justicia. ¡Toma ya!
Lo curioso de esta afirmación, insisto que simple, es que es absolutamente cierta: por parte del régimen se establecieron tres cuestiones que eran intocables: el sistema político a heredar (monarquía parlamentaria), la bandera (lo único que se ha tocado es el escudo del águila imperial al escudo constitucional, observándose que sus colores son los mismos que ondeaban al viento en el ejército golpista, 1936-1939), y que no hubiera ningún tipo de represión entre las fuerzas de seguridad del Estado (incluyéndose a la policía, militares y aparato judicial; curiosamente estos jueces, por arte de birlibirloque, pasaron de aplicar, por ejemplo, el Fuero de los Españoles o la Ley de Vagos y Maleantes, a los principios legales que emanan de la Constitución o el Código Penal). "Cosas veredes, amigo Sancho".
Así, esta monarquía nos ha sido otorgada, porque la Constitución se refrendó en bloque de manera positiva, y no se hizo un referendum en particular sobre el sistema político que deseábamos los españoles de aquella época. Yo, sin ir más lejos, no me siento concernido por esta decisión: los golpistas masacran a la mitad de este país, con el fin de eliminar la II República, y dejan todo "atado y bien atado" cuando nombran a Juan Carlos de Borbón y Borbón rey de España. ¿Por qué no reestablecer la República, democráticamente elegida por los españoles en su momento, tras la huída de Alfonso XIII? Por el intercambio en la transición de libertad por justicia.
La Constitución consagra la libertad de expresión como una de las libertades angulares del régimen democrático, con el único límite que puden establecer las injurias, calumnias, atentar contra el honor, ...
Hasta hace bien poco era extrañísimo cualquier comentario negativo respecto a la monarquía y su familia; y cuando los había eran tachados, sus autores de "rojos irredentos", "desestabilizadores" o "antisistema", por los intelectuales orgánicos y biempensantes. Se trataba de manifestaciones antimonárquicas excepcionales, debido a la autocensura de los medios, debiéndose ésta, fundamentalmente, creo yo, a la estabilidad del sistema político.
Aún recuerdo, el programa semanal de TV presentado por el "Gran Wyoming" en "La 2", -"El peor programa de la semana"-, que fue borrado de la programación tras unas pocas emisiones, por la negativa de la dirección de la cadena pública a que "Wyoming" entrevistara a Quim Monzó, que un fin de semana antes había publicado en un diario catalán un artículo en contra de la monarquía. "Wyoming" no cree en la censura de las opiniones y cerró el programa.
Digo yo, que en un sistema democrático los límites a la libertad de expresión los pone la persona o institución que se siente difamada, que ve como se atenta contra su honor o privacidad o lo que sea. Para eso están los tribunales, las pruebas que se presentan y un juez que dictamina a la luz de esas y de las intervenciones de las partes involucradas si, en ese caso concreto, hay que poner o no límite a la libertad de expresión.
Así, más allá de la implosión de la comunicación en Internet, un juez decide secuestrar la publicación de la revista de humor "El Jueves" por hacer un chiste sobre los Príncipes de Asturias. La consecuencia de esto ha sido una publicidad, que nunca habría podido costearse, la revista.
A esto se unen, ayer mismo, las opiniones sobre la monarquía realizadas por el senador Iñaki Anasagasti en su página web. En ellas, viene a decir, que son unos vagos, que la familia está creciendo y que, consecuentemente, también sus gastos.
¡La que ha caído! Menos inteligente, guapo el hombre no es, le han llamado de todo los biempensantes de este país. La consecuencia han sido unas declaraciones del propio Anasagasti en las que ha reconocido que el tono quizá no ha sido el adecuado, pero que no conoce el Parlamento, lugar en el que reside la soberanía popular, ni, por tanto, ningún ciudadano de a píe, en qué se gasta la monarquía el monto dinerario que figura en los presupuestos generales del Estado.
El caso es que Anasagasti ha sido el que ha puesto el dedo en la llaga, sin la necesidad de que se pueda decir que la viñeta es de mal gusto. Nótese, visto lo sucedido con "El Jueves", que fornicar es de mal gusto; y los príncipes deben hacerlo, ya que tienen dos niñas. Bastante tienen los monárquicos con tragarse el sapo de Letizia de sangre roja, y no azul, para advertir a estas alturas que tampoco es la virgen María; sólo nos faltaba que se quedase embarazada del espíritu santo. No, el asunto es que en los "bocadillos" de la revista se tacha al príncipe de vago y que al fornicar con su mujer, si quedase embarazada, es lo más próximo que va a hacer a un trabajo remunerado, ya que los niños nacidos a partir del tres de julio tendrán una asignación estatal de 2.500 euros. Ese es el asunto, el chiste no es que forniquen los miembros de la casa real, si no que para una buena parte de la ciudadanía sus tareas de jefe de Estado no son percibidas como un trabajo.
Pues, ¡no señor!, de eso no se habla o se atenga a las consecuencias. ¡Qué haberlas "haylas".
Ya lo decía aquel "Esta democracía es una basura, no la diferencio de la dictadura".
(Antes no me perdía ninguna semana "El Jueves", la revista de humor que sale los miércoles. Como dicen ellos, sólo hay una portada pero nosotros teníamos más).
Salud.